“En la oscuridad puedo colgar en las paredes de mi mente lienzos de colores, en la soledad puedo ver quién soy bajo la piel"
Beatriz y los cuerpos celestes

sábado, 11 de agosto de 2012

Razón vs. Corazón

Dicen que hay razones que el corazón no entiende, o algo así. Esta tarde he hablado largo y tendido sobre ello con Chiyo, tal vez una de las personas más incomprensibles que existen sobre la faz de la Tierra, pero también una filósofa en potencia que me escucha pacientemente y sin rechistar (casi siempre).

-Tú a qué crees que debemos hacerle caso, ¿a la razón o al corazón?
-Ummm... al corazón. La razón muchas veces se equivoca, pero el corazón en realidad nos muestra el camino que queremos seguir. Si tomamos el camino de la razón, puede que tarde o temprano nos arrepintamos de no haber hecho lo que nuestro corazón nos decía, ¿no crees?
-Pero, ¿eso siempre es así?
-Bueno, no siempre. Si vamos a hacerle daño a una persona haciendo lo que nos dice nuestro corazón, tal vez lo mejor sea hacerle caso a la cabeza.
-Creo que lo tendré en cuenta. Ya lo pondré en práctica más adelante. (A saber en qué práctica malvada lo harás, pequeña).

Después de esta mini charla filosófica que nos hemos marcado en un ratito, ambas nos hemos quedado algo pensativas. Al menos, a mí me ha dado para reflexionar un buen rato. Está claro que cada situación que se nos pueda presentar en la vida será diferente a otras, y que cada persona es un mundo. Pero, puestos a generalizar un poco, quiero plantear la siguiente cuestión: ¿por qué muchas veces pensamos que lo que nos dice el corazón es algo traicionero que nos pasará factura y que lo que nos dice la razón es "lo correcto"? ¿Cuántas veces en la vida podremos llegar a arrepentirnos de no haber hecho aquello que más deseábamos porque nuestra conciencia nos refrenaba?

Al pensar en esto se me viene a la mente la película "Los puentes de Madison". Tras cuatro días con el amor de su vida, la protagonista decide permanecer junto a su marido y sus hijos y dejar pasar la oportunidad de ser feliz para no hacer sufrir a su familia, para cumplir con lo establecido. Luego de la partida de su gran amor, ella pasará el resto de su vida recordándole y anclada a una existencia entregada al cuidado de su esposo y a las tareas del hogar. Sí se hubiera ido con él, habría abandonado a su familia y la hubieran tachado de casquivana y libertina, pero hubiera sido inmensamente feliz. Si ponemos en una balanza lo que debemos hacer y lo que queremos hacer, ¿qué pesa más?




No sé cuál será la respuesta de muchas personas a esta pregunta, pero la mía a día de hoy es un tanto ambigua. Lo que ocurre es que nos sometemos estrictamente a lo establecido, a lo que debemos hacer. ¿Y por qué no hacer de vez en cuando aquello que realmente queremos hacer? ¿Por qué no arriesgarnos? ¿Por miedo? ¿Por la comodidad de permanecer tal y como estamos, sin realizar ningún cambio en nuestra vida?

Yo soy partidaria de hacerle caso a mi corazón, lo prometo. Pero claro, por más que el corazón diga una cosa, a veces la realidad nos impone una serie de limitaciones que nos obligan a hacerle caso a la razón. Lo único que tengo claro (y puede que me equivoque) es que en esta vida, siempre que le hacemos caso únicamente a la razón dejando de lado el corazón nos terminamos arrepintiendo. Arriesgar, jugar nuestras cartas, desafiar al futuro, ser nosotros mismos, dejar volar la imaginación y actuar.

Creo, Chiyo, que de alguna manera me has entendido.




6 comentarios:

  1. Te he entendido, sí. Pero sigo creyendo que la razón no suele equivocarse...
    Ciertamente necesitamos dejarnos llevar por el sentimiento sin importar en ocasiones las consecuencias ya que, en mi humilde opinión, en eso consiste la vida. Afrontar las consecuencias de tus actos cuando decides dejarte llevar por lo que dicta el corazón aún sabiendo que quizás te estés equivocando.

    Pero en última instancia, ¿qué más da?.
    Si somos la única especie que tropieza dos veces con la misma piedra :P

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    1. Pero al tropezar deberíamos aprender la lección... supongo que ahí la razón si nos podría echar una mano ;)

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  2. Venga, va. Puestos a filosofar, me animo xD

    La mayoría de los animales siguen sus instintos, lo que les dicta su corazón. Como humanos somos animales, pero tenemos algo que no todos tienen, la razón: un freno, o un regulador, de nuestras emociones.

    Creo que si somos, como creemos, una de las especies que más ha avanzado en tantísimos miles de años, la razón tiene buena parte de culpa. Habría que pensar si no es precisamente la razón, eso que la mayor parte de las demás especies no tiene, lo que nos hace haber evolucionado más. Quizás nuestro "éxito", por llamarlo así, venga porque hemos sabido a veces reprimir nuestros impulsos.

    Razón, sin duda, pero sin dejar atrás el corazón. No podemos luchar contra nuestra propia naturaleza y olvidar lo que nuestros impulsos nos dicten. Pero hay límites, y cuando nos aproximamos a uno de ellos, usamos la razón. Buscamos pros, y buscamos contras. Depende de cómo se decante la balanza decidimos y debemos asumir las consecuencias de la parte que ha quedado más arriba. Coste de oportunidad, como dicen los economistas.

    La felicidad no tiene porqué estar siempre en nuestros instintos. Yo diría que está en el equilibrio entre razón y corazón. No tenemos una bola mágica que nos diga si una decisión es mala o buena antes de tomarla. Pero la razón nos puede hacer al menos minimizar los efectos negativos de una mala decisión, esos que pueden atormentarnos.

    Respecto a si puede hacer que nos perdamos cosas buenas, voy a poner el típico ejemplo de los caminos: Si la vida fuese un camino y se bifurcase con cada decisión, es muy fácil querer volver atrás cuando la ruta que hemos escogido nos parece un tanto oscura. Cuando creemos que hemos tomado la decisión errónea, tendemos a imaginar cómo sería alguno de los otros caminos posibles. La felicidad, para mí, está en no mirar demasiado atrás. Sí a nuestra propia senda, pero no a las demás. Porque las que habríamos podido tomar son realmente un condicional, un misterio, una hipótesis que solo nuestra imaginación construye en momentos de debilidad. Fantasía, casi. En el ejemplo de "Los puentes de Madison", está claro que la prota se pasó gran parte del camino mirando atrás, dejando pasar otras muchas rutas a las que adentrarse frente a sí. Nunca pensó que no sabe realmente qué hubiese ocurrido si se hubiese ido con el otro tío. Sólo lo imagina, lo supone. A lo mejor el hombre resulta ser un encantador asesino en serie que sólo pretendía torturarla, mientras ella lo imagina como a un príncipe azul. Lo que hemos dejado atrás, es sólo un fantasma que nos empeñamos en alimentar.

    La felicidad está en mirar adelante, en proseguir por nuestra ruta oscura e ir tratando de iluminarla día tras día. Cuando sentimos que hemos sido nosotros quienes hemos traído la luz al camino, ahí empieza la felicidad. Y no es eterna, porque no hay ningún camino que no tenga algún tramo oscuro.

    Y hasta aquí llega mi reflexión filosófica de sábado noche. Gracias a todos por no haberos dormido xDD

    Un besito :P

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    1. Bueno, ¡menuda disertación filosófica que te has marcado! Me ha gustado mucho, sí señor :) Estoy totalmente de acuerdo contigo. Cuandoe scribí esta entrada pensé que quizás las decisiones más acertadas son las que toma el corazón, pero la razón, como bien dices, nos permite barajar diferentes opciones y decidir cuál es la más adecuada. Y con respecto a que siempre hay que mirar hacia delante, qué te voy a decir... completamente de acuerdo.

      Un beso :)

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  3. Uf, no sabes qué debates he tenido con mis amigos a colación de ésta película, cuya historia representa una cornamenta que yo justificaría, pero a veces no se puede seguir al corazón, tenemos mente e inteligencia y eso no puede obviarse...Supongo que el limite está en seguir el corazón si quieres, mientras no salpiques a otros :-)

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    1. Eso es, mientras no se haga daño a los demás, debemos hacerle caso a nuestro corazón si así lo sentimos :)

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