“En la oscuridad puedo colgar en las paredes de mi mente lienzos de colores, en la soledad puedo ver quién soy bajo la piel"
Beatriz y los cuerpos celestes

martes, 25 de septiembre de 2012

At the beginning

Ayer fue mi primer día de universidad, y hasta ahora se puede decir que la cosa no pinta mal (¡espero no tener que arrepentirme de mis palabras!). ¿Lo mejor? He conocido a unas chicas muy majas y las asignaturas me están gustando, aunque no sé cómo me llevaré con el Latín y el Griego. ¿Lo peor? Los madrugones (mi cuerpo no está preparado para levantarse a horas tan tempranas) y el ir en el autobús cual sardina enlatada. Supongo que tendré que acostumbrarme, como todo en esta vida.

La verdad es que tenía ganas de comenzar, qué demonios. La universidad te da más libertad a la hora de tomar tus propias decisiones y te enseña a ser más autónomo. Lo que sí tengo claro es que en mi carrera -Estudios Ingleses- este año voy a estudiar de todo menos inglés. Bueno, no seamos exagerados. Digamos que profundizaremos más en los fundamentos de la lengua y la literatura inglesa. Hay que sentar unos cimientos antes de empezar a construir, y a eso precisamente es a lo que nos vamos a dedicar.

Unas chicas de mi clase me han comentado que han notado cierta competitividad entre los compañeros, y lo cierto es que ese hecho no me ha pasado del todo desapercibido. Hay personas dispuestas a pelear por un primer puesto a costa de pisotear a quienes se les pongan por delante. Como siempre, me es indiferente. Tengo claro lo que quiero hacer y no pretendo quedar ni por encima ni por debajo de nadie. El máximo esfuerzo siempre ha sido mi objetivo, y ahora no dejará de serlo, ni mucho menos. 

Espero que todo se vaya desarrollando de la mejor manera en las próximas semanas. Este es un nuevo comienzo y quiero que, por una vez, las cosas salgan en condiciones. ¡Allá vamos!







miércoles, 19 de septiembre de 2012

La vista atrás

Hoy he pasado por mi instituto (porque siempre será mío de alguna manera) a la hora del recreo para vender unos libros y pasar un ratito con una profesora a la que quiero mucho. Estando allí, he saludado a algunas personas con las que he pasado buenos momentos y he hecho un repaso mental de los seis años que he estado en este centro. Parece mentira que ya haya pasado tanto tiempo, que quede tan lejos aquel 15 de septiembre del 2006 en el que todo comenzó, pero así es. 

La experiencia en general es positiva, pero el tiempo me ayudará a verlo todo con más tranquilidad. Si hay algo que tengo claro es que quiero quedarme con los mejores momentos de este capítulo de mi vida y desterrar los malos para siempre, porque no me van a aportar nada nuevo de ahora en adelante. Mientras tomábamos un café, una de las profesoras que estaban por allí me ha deseado suerte para la universidad y me ha comentado que allí todo será diferente, que podré conectar con gente que me entienda y sentirme más a gusto con lo que haga. Nunca en mi vida he deseado con tanta intensidad que unas palabras se conviertan en una realidad. Soy optimista y creo que a partir de ahora todo va a ir mejor, pero también necesito que la suerte se ponga de mi lado y no me abandone.

Estos seis años en el Celia Viñas han sido un aprendizaje en todos los sentidos. No sólo he aprendido Lengua o Historia, sino también a vivir, a diferenciar lo importante de lo insignificante y a valorar a las personas que realmente merecen la pena. El instituto no es sino un reflejo de la vida misma; un lugar en el que hay gente agradable y gente desagradable, graciosos de turno y gente más comprometida con lo que hace. En cualquier caso, necesito un cambio. Necesito conocer gente diferente y ampliar mis horizontes. Sé que esta vez las cosas van a salir bien; lo siento y también lo necesito.

 Me llevo en la mochila seis años de alegrías y lágrimas, de personas que me han ayudado cuando lo he necesitado, el recuerdo de unos profesores maravillosos que nos han hecho sufrir bastante pero que también nos han enseñado miles de cosas aplicables a nuestras vidas, y también me llevo la certeza de haber sido siempre yo misma siguiendo mis convicciones. Eso no lo cambio por nada del mundo.

Tras mi breve visita de esta mañana, me he quedado un ratito frente a la puerta, observando a los nuevos alumnos que subían las escaleras después del recreo. A algunos los conocía; otros son recién llegados. Son nuevas generaciones de "celiaviñeros" que vivirán en ese centro miles de experiencias que algún día recordarán con cariño. Ellos escriben ahora su particular historia dentro del instituto; yo ya hice lo mismo con la mía. Pero, sin lugar a dudas, la prueba más evidente de que siempre guardaré un buen recuerdo del instituto a pesar de todo es que mientras esos chavales subían a clase con sus mochilas cargadas de libros nuevos o de segunda mano, he visto también un reflejo de mí misma subiendo las escaleras con ellos, acudiendo a la llamada del timbre como años atras, con los ojos cargados de sueño y mis amigas a mi lado, muertas de risa tras el recreo o quejándose de los exámenes... y he sonreído.

¿Y tú? ¿Qué recuerdos conservas de tu etapa de estudiante? ¿Vas a comenzar una nueva etapa de tu vida?


miércoles, 12 de septiembre de 2012

Háblame

Pocas veces nos damos cuenta del poder de la palabra y de la habilidad de un buen escritor para modelarla, para jugar con ella y llegar a cada uno de sus lectores. El lenguaje y la escritura me parecen algo sorprendente. El ser humano necesitó crearlos para comunicarse con sus semejantes, para transmitir a los demás sus ideas y pensamientos. Fuimos evolucionando desde los códigos lingüísticos más elementales hasta las formas más avanzadas de escritura, siendo capaces incluso de crear historias, de impulsar la poesía y la narrativa.

El ser humano tiene en la palabra un arma poderosísima. La lengua, ya sea hablada o escrita, le permite compartir sus emociones, expresar sus diferentes  puntos de vista sobre una materia y relacionarse con quienes le rodean. Hoy, gracias a la existencia de internet, también puede hacerlo incluso con quienes no forman parte de su entorno, tal y como estoy haciendo yo ahora mismo. La palabra limpia, el discurso correcto y bien estructurado es uno de los mayores descubrimientos que una persona puede hacer a lo largo de su vida, pues le abrirá muchas puertas. Podrá adecuar sus palabras en función de sus intereses para conseguir uno u otro propósito. Jugará con diferentes registros, usará diversos rasgos estilísticos que le permitirán dotar a su escritura de un protagonismo inusitado, haciendo que hasta los asuntos más simples y mundanos cobren una importancia desorbitada y consigan llegar a un público cada vez más extenso.

Pensemos en la Torre de Babel. Pensemos en miles y miles de personas tratando de comunicarse empleando idiomas completamente diferentes. Y pensemos ahora en una persona que hable ocho, diez, once idiomas. Podrá hablar con gente de todo el mundo sin dificultad; tendrá entre sus manos la "llave mágica" que le permitirá conocer lugares, culturas y personas que nada tienen que ver con su forma de vida. Podrá conocer, descubrir cómo es el mundo y lo que le rodea, y todo gracias a sus conocimientos de idiomas.

Es por todo ello que me encanta la lengua, adoro la escritura y me parece fascinante el aprendizaje de idiomas. Quizás no siempre lo percibamos por lo común del concepto, pero hablar, en el sentido más estricto de la palabra, es mucho más que poner en funcionamiento nuestras cuerdas vocales o tomar lápiz y papel. Es aprender, descubrir, compartir y transmitir. Es vivir.

¿Y a tí? ¿Te gusta leer y escribir? ¿Te gustaría aprender algún idioma?

lunes, 3 de septiembre de 2012

Septiembre y reflexiones "deportivas"

Bueno, pues ya estamos en septiembre. Ahora quedaría bien decir eso de "qué rapido pasa el tiempo". O quizás no; está ya muy visto. Septiembre es un mes raro, ni me gusta ni me disgusta. Se acaba el verano, pero empieza otra etapa. Termina el calor, pero la brisa post estival nos alivia más que las altas temperaturas. Poco a poco vamos aterrizando, despertando del letargo de una temporada de descanso. Comenzamos por realizar pequeños trámites administrativos que nos permiten ir entrando en materia, conocer a grosso modo lo que vendrá en los próximos meses.

Y es que para mí el año nuevo no comienza el 1 de enero, sino en septiembre. Nunca he sido muy amiga de marcarme mil millones de objetivos antes de comenzar algo. Prefiero creer en lo que hago y marcarme pocas metas que sé que puedo alcanzar con esfuerzo. ¿Para qué proponerme planes atropellados que quizás olvide a los dos días? 


Si es que en el fondo a torpe no me gana nadie. Hace dos años comencé el curso con una caída de las de aquí te espero en clase de Educación Física. Ni que decir tiene que conservo una estética cicatriz en la rodilla derecha para no olvidar nunca el hostiazo que me metí. El año pasado sufrí una hemorragia nasal en mitad de la clase de forma inesperada, así, sin más. No quiero ni pensar en lo que me puede suceder este año. Al final terminaré saliendo de casa con casco y rodilleras, y si no, al tiempo.

Otra cosa que me planteo muy a menudo es el tema del carnet de conducir. De momento no me hace falta, pero debería sacármelo por si acaso. Por lo que dicen de que siempre viene bien ponerlo en el currículum y tal. Pero claro, me imagino a mí misma sentada en un descomunal bólido con una marquesina en la parte superior del tipo "Autoescuela Mariloli", con un pérfido examinador al lado dispuesto a despellejarme viva al más mínimo fallito y toda una hilera de conductores enfurecidos detrás de mí tocando el claxon incesantemente mientras intento meter la primera (sin éxito, por supuesto), y se me quitan las ganas. Si es que soy patosa a más no poder. Si me dieran cinco céntimos por cada hematoma que me hago, por cada tropiezo en público, o por todas esas veces que he tirado de una puerta en lugar de haber empujado, Amancio Ortega (el dueño de Zara, que está millonario perdido) a mi lado sería un pobre indigente.


Una cosa tengo clara: mi cuerpo no está hecho para el deporte ni para ningún tipo de actividad física. Y mira que nos conciencian por todos lados, en la tele, en internet, de que hay que hacer ejercicio y llevar hábitos de vida saludable y tal y cual, pero es superior a mis fuerzas. El colmo fue el otro día en la playa, cuando un niño de once años me dio una paliza por goleada a las palas que me dejó exhausta. ¡Cómo le daba el condenado a la palita! ¡Con qué facilidad impulsaba a la pelota! ¡Qué maestría, qué elegancia! Y mientras, yo, pobre de mí, mientras observaba atónita esta lección de "palas playeras" tras haberme agachado ochenta mil veces a por la pelotita, tuve claro una vez más que como en el agua "en plan boya" no se está en ningún sitio.

Relacionando esto del ejercicio físico con la llegada de septiembre y del nuevo curso, diré que me he planteado eso de moverme, de hacerle caso por una vez a la naturaleza y sacar a relucir mis viejas zapatillas deportivas, pero no me animo. Así que nada, seguiré diciendo eso de "el lunes empiezo" hasta que la vagancia salga de este cuerpo atlético y trabajador. Y en cuanto a lo del carnet de conducir... dejémoslo en un Yao Ming mientras la crisis siga estrangulándonos de esta manera y los examinadores de España no tomen All Bran para desayunar.


¡Hasta pronto!