“En la oscuridad puedo colgar en las paredes de mi mente lienzos de colores, en la soledad puedo ver quién soy bajo la piel"
Beatriz y los cuerpos celestes

lunes, 4 de marzo de 2013

Querida Marilyn

No voy a escribir nada que no se haya escrito ya sobre ella, lo garantizo.  Y no voy a escribirlo, principalmente, porque describir a la Diva es una tarea difícil. Quizás Norma Jeane Baker no era una de las mejores actrices de la historia, ni mucho menos una cantante destacada, pero tenía un encanto personal que la hacía única, insustituible. Posaba con garbo, sonreía con chispa y seducía a la cámara. Sus curvas sinuosas ejercían un poder casi hipnótico sobre todo aquel que se detuviera a mirarlas, y dicen que su risa era capaz de llenar una habitación entera; un bálsamo para la tristeza.

Sin embargo, Marilyn Monroe era mucho más que una cara bonita. Se ha comentado en muchas ocasiones que tenía un coeficiente intelectual superior a la media. No sé si este dato es cierto o no, pero lo que sí sé es que esta mujer tenía una filosofía de vida profundamente vitalista y práctica, algo que me atrajo desde el primer momento en que empecé a investigar algunas de sus frases más célebres:

“Soy egoísta, impaciente y un poco insegura. Cometo errores, pierdo el control y a veces soy difícil de lidiar. Pero si no puedes lidiar conmigo en mi peor momento, definitivamente no me mereces en el mejor”.

“Estoy intentando encontrarme a mí como persona, a veces eso no es fácil de hacer. Millones de personas viven toda su vida sin encontrarse”.
 “Es mejor estar sola que infeliz con alguien”.
“En Hollywood te pueden pagar 1.000 dólares por un beso, pero sólo 50 centavos por tu alma”. 
 “Ojalá que la espera no desgaste mis sueños”.
“Una carrera es una cosa maravillosa, pero no sirve para acurrucarse contra ella en una noche fría”.
“La gente comenzó a decir que yo era lesbiana. Sonreí. No hay sexo incorrecto si hay amor en él”.
“El hombre tiene que estimular el ánimo y el espíritu de la mujer para hacer el sexo interesante. El verdadero amante es el hombre que la emociona al tocarle la cabeza, sonreír o mirarla a los ojos”. 

La lista es bastante larga, pero estas son las declaraciones que más me han gustado. Es un pequeño muestrario de sus inquietudes, sus deseos y sus experiencias. El hecho de que una mujer tan extraordinariamente alegre y devota del disfrute se quitara la vida un 5 de agosto de 1962 no hizo más que provocar una inmensa conmoción en la sociedad de la época y dar paso al nacimiento del mito, a la gran estrella, a la eternamente joven Marilyn Monroe.


Pero, ¿cuáles son las primeras palabras o imágenes que evocamos en nuestra mente cuando escuchamos o leemos su nombre? Casi todo el mundo coincide en el concepto de una mujer tremendamente sensual, provocadora, bella, sugerente. Y lo cierto es que Marilyn no dejaba de ser una mujer real, con un físico muy similar al de cualquier mujer. No usaba una talla diminuta, ni se le marcaban los huesos, ni se sometía a estrictas dietas para perder peso. Ella se enfundaba su traje de baño, se tumbaba sobre la arena y sonreía. Se posaba sobre una alfombra roja y esperaba a que una lluvia de flashes cubriera cada centímetro de su cuerpo. Guiñaba un ojo, y conseguía que miles de admiradores se rindieran a sus pies. No se esforzaba por cubrir sus caderas, ni sus muslos, ni sus pantorrillas; era una mujer real, segura de sí misma.

¿Por qué la sociedad ha cambiado tantísimo en este aspecto? ¿Por qué hoy en día hay niñas de incluso trece años que vuelven del instituto llorando porque les han dicho que están gordas? ¿Por qué las mujeres nos frustramos sobremanera si aumentamos una talla o subimos unos gramos de peso? ¿Por qué esa obsesión por el ejercicio desmesurado, por no dejar lugar a la carne y ser todo huesos? Creo que el debate se ha abierto demasiadas veces, y aún hoy no hemos logrado encontrar una solución efectiva para cambiar radicalmente esta mentalidad tan absurda e irreal, ajustada a unos cánones falsos, a un prototipo de mujer artificial, imposible. 

Es por ello que hoy quiero reivindicar la figura de Marilyn Monroe, alguien con defectos y virtudes, que más allá de ser una estrella de Hollywood cegada por los flashes y cubrida por diamantes, era una mujer que sólo aspiraba a vivir su propia vida, a saborear cada instante, a dejar atrás la frivolidad de las cámaras y las entrevistas y tener una existencia pacífica y, por qué no decirlo, corriente.

“¿Qué tan bueno es ser Marilyn Monroe? Por qué no puedo simplemente ser una mujer normal? Una mujer que puede tener una familia... Me conformaría con un solo bebé. Mi propio bebé”.

No es la fama la que da la felicidad. No es un cuerpo bonito lo que puede hacer que olvidemos nuestros problemas. No es el dinero la clave de la satisfacción personal; no es ese elixir mágico que pueda garantizarnos la eterna juventud o la superación de nuestros miedos e incertidumbres. Somos nosotros los únicos que podemos cambiar lo que no nos gusta, los que decidimos sobre nuestro cuerpo, los que juzgamos lo que hemos hecho y lo que estamos haciendo, los que elegimos a quiénes queremos en nuestra vida y  a quiénes dejamos atrás. Puede que también Marilyn cometiera demasiados errores a lo largo de su vida, y puede también que el hecho de suicidarse haya hecho que muchos la juzguen injustamente, tachándola de depresiva, maníaca e inestable emocionalmente. Puede que lo fuera, quién sabe. Pero lo que sí es cierto es que fue ella misma hasta el final, y ese es la mejor lección que sin duda nos puede dejar.