“En la oscuridad puedo colgar en las paredes de mi mente lienzos de colores, en la soledad puedo ver quién soy bajo la piel"
Beatriz y los cuerpos celestes

lunes, 25 de marzo de 2013

Hace diez años...

Sí señores, aquí estoy, a la 1:08 de la mañana frente al ordenador, escuchando nada más y nada menos que a Fran Perea. Para esto hemos quedado. Pero claro, ves un enlace acompañado de una frase melancólica en Facebook, pinchas, y dejas la música de fondo, por eso de recordar. Y que conste que yo era de las que veían Los Serrano, compraban la Super Pop y la Bravo, llevaban pantalones de campana y todas esas cosas que se llevaban en los 2000s. Puestos a sacar trapos sucios, hasta diré que llegué a ver Rebelde Way. Qué pena más grande de pre-adolescencia... ¡Y que conste que no era una de esas chonis del Choni Award de Mandarica! Realmente no era ni choni, ni pija, ni emo, ni nada de eso. Nunca me ha gustado etiquetar a la gente; pienso que cada uno es como es, sin necesidad de ser encasillado.

Rambla de Almería, mi escenario de ayer y hoy
Pero, ¿qué tal si retrocedemos atrás en el tiempo? Concretamente diez añitos de nada. Y es que me puse a pensarlo el otro día. Ya han pasado diez años desde aquel 2003 que tanto me marcó. Yo tenía nueve años. En pocos meses murió mi abuelo paterno, mi abuela vino a vivir con nosotros, conocí a mi primer novio de la infancia (se llamaba Paco) e hice la Primera Comunión. Todo muy rápido. El país andaba un poco conmocionado por las noticias que llegaban de la guerra de Irak, al mismo tiempo que no le quitábamos el ojo a las peripecias de Alonso en la Fórmula 1. Las niñas de mi clase alucinaban con las lecturas de dudosa procedencia de la Nuevo Vale, y yo andaba a caballo entre los juegos con Barbies y el despertar de la curiosidad propia de una niña que ya no es tan niña. Porque no sé si lo he comentado en una ocasión, pero yo comencé a espabilarme a una edad muy temprana. 

Recuerdo que en aquel 2003 Beth nos representó en Eurovisión. Sí, Beth, esa chica catalana con rastas que tenía un videoclip con la Sagrada Familia de fondo. No cantaba mal la muchacha aquel "dime qué es lo que puedo hacer, cómo te puedo tener en mi vida", pero su voz nunca llegó a convencerme. Hace ya bastante tiempo que dejé de creer en Eurovisión y no he vuelto a saber nada de la tal Beth, pero me gusta recordar aquellos momentos.

Recuerdo que por aquel entonces me dió por entregarme al noble arte de la crianza de caracoles. Qué asco, por Dios. Mi padre los traía de un descampado cercano a su lugar de trabajo, y yo los mantenía en unas latitas con agujeros, bien provistas de lechuga, agua y demás verdurajos. Tenían el patio perdido. Yo los colocaba sobre la repisa, ponía mi CD de Operación Triunfo en el cassette de la cocina y me sentaba a dibujar junto a mis caracoles, hasta que un buen día mi madre decidió darles pasaporte y los dejó escapar. No los eché demasiado de menos, os lo puedo asegurar.  Supongo que estaba empezando a cansarme de cuidar a unos bichos sin gracia alguna. O al menos eso era lo que a mí me parecía.

También recuerdo las tardes en el parque de aquel 2003. Mis amigas y yo solíamos jugar al Gran Prix, el mítico programa de la tele que echaban todos los veranos en la 1. Antes de llegar al parque compraba chicles de menta y hierbabuena con mi abuela, que le gustaban mucho. Hay que ver lo que disfrutábamos las dos de esas tardes juntas.

Por aquel entonces se me daban fatal las matemáticas y mi madre me puso como profesor particular al vecino de enfrente, que estaba estudiando Económicas y le cobraba un pastón por una horita de clase. Yo le llamaba "el de las tazas", porque siempre ponía el mismo ejemplo para explicarme el tema de las fracciones. Ahora se ha casado con una mexicana y vive en Madrid. Espero que haya superado su fobia a las tazas que se han llenado a un tercio de su capacidad.

Parece mentira que ya hayan pasado diez años de todo aquello, pero me gusta recordar todos esos momentos con alegría. Últimamente estoy pasando por una racha un poco difícil y mañana operan a mi tío, pero sé que saldrá bien. Sólo quería volver a sonreír con los recuerdos de aquella época tan tonta e inocente. Y sí, os prometo que nunca más me dedicaré a la cría de caracoles en cautividad jajajaja

Y vosotros, ¿cómo érais hace diez años?

Un besazo. Y sonreíd, que sois estupendos.

Mar