“En la oscuridad puedo colgar en las paredes de mi mente lienzos de colores, en la soledad puedo ver quién soy bajo la piel"
Beatriz y los cuerpos celestes

sábado, 1 de octubre de 2011

"Un reflejo de tí..."



Mientras quede algún secreto entre nosotros,
mientras quede algún beso antes de ir a dormir,
mientras tengas dos cepillos en el vaso, 
compañero, queda mucho por vivir.


LOVG (Mientras quede por decir una palabra)

Susurros

Recomponer los pedazos rotos de una vida lineal no es fácil. Se me da genial el dramatismo, y no soporto las esperas. El disco rayado llegará a romperse, y cuando todo acabe "y el silencio hable", las ramas de los árboles volverán a agitarse con el viento, señal inequívoca de que toda materia viva necesita un aliciente para seguir adelante. Yo aún estoy buscando el mío, pero mientras lo encuentro y no lo encuentro, me dedico a "romper versos" e incumplir promesas que me hice a mi misma; fantasía y desvelos me arrullan cada noche.


La mariposa



Cuando Ana era pequeña, su madre le leía un cuento cada noche antes de dormir. La pequeña la escuchaba atentamente, sin inmutarse, hasta que el sueño la vencía. Una noche, la madre le contó un cuento diferente; narraba la historia de una princesa encerrada en un castillo cuya única ocupación era observar las mariposas que en los días de primavera volaban presurosas hasta su torre. La princesa dejaba que se posaran sobre sus dedos, contemplaba sus bellos colores y luego las dejaba marchar. Por cada mariposa que la visitaba, ella pedía un deseo. Luego, les encargaba a cada una de ellas que volaran alto, muy alto, para que con su volar incesante esparcieran sus ilusiones allá donde ella no podía ir. Durante el invierno, mientras la princesa esperaba la llegada de la primavera, se dedicaba a pintar lienzos en los que plasmaba vibrantes colores, aquellos colores que había visto en las mariposas. Tan sólo deseaba poder salir de su encierro y ser libre para siempre. Sin embargo, el día de su liberación no estaba cerca. El reino, influenciado por la perfidia de una vieja hechicera, creía que la princesa estaba maldita y les traería desgracias a todos cuantos la rodeaban, de ahí que la encerraran en aquel lugar a los pocos días de nacer, recibendo únicamente las atenciones de una doncella.

La princesa creció, y continuó sus habituales encuentros con las mariposas. Una noche, cansada de esperar una liberación que nunca llegaba, decidió trepar por la torre y escapar. Descendió por el muro y, con cierta torpeza, llegó a la parte inferior del lugar donde tantos años estuvo presa. Comenzó a correr hasta llegar a un arroyo, pero los guardias reales no tardaron en alcanzarla y devolverla a la torre. La princesa no quería seguir viviendo; todos sus intentos de huída eran en vano. Jamás podría alcanzar la libertad con la que tanto soñaba. Comenzó a llorar amargamente, y tan desgarrador fue su llanto, que se desvaneció sobre el marmóreo suelo del torreón. 

A la mañana siguiente, la doncella fue a atenderla como de costumbre, pero no la halló en sus aposentos. Rápidamente, abrió la ventana, y justo antes de alertar a los guardias, sintió un leve cosquilleo sobre su mano derecha. Una bellísima mariposa de vivos colores se había posado sobre ella. La doncella alzó la mano y la dejó escapar. La mariposa volaba, libre al fín, mientras miles de mariposas más la acompañaban. Sabían que el encierro había llegado a su fin, que la princesa era libre, y que a partir de ese mismo instante, podría volar libremente sin que nadie se lo impidiera nunca más.

Ana quedó tan maravillada con el cuento de su madre, que a la mañana siguiente se decidió a escribirlo en su cuaderno para no olvidarlo jamás. Y, desde entonces, cada vez que se sentía triste, recordaba a aquella mariposa que quizás, a pesar de los siglos, seguía revoloteando por las praderas y lagunas, libre al fín.