“En la oscuridad puedo colgar en las paredes de mi mente lienzos de colores, en la soledad puedo ver quién soy bajo la piel"
Beatriz y los cuerpos celestes

lunes, 30 de septiembre de 2013

Vueltas, y vueltas, y más vueltas


A veces me gustaría ser como una de esas personas simples que no se cuestionan absolutamente nada. Dejaría de darle miles de vueltas a la cabeza, no me inquietaría nada que pudiera perturbar mi vida lo más mínimo, y sería feliz siguiendo una cierta rutina. Y ya está, no habría más. Sin embargo, soy extremadamente complicada. Yo no le doy vueltas a las cosas, no. Las enmaraño de tal manera que muchas veces creo que soy yo misma la que empeora las situaciones. A mí no me sirve eso del "hakuna matata", el dichoso "Carpe Diem" ni ningún otro dicho popular que se suela comentar cuando una persona esté preocupada por algo. Parece que si no le doy trescientas mil vueltas a una cosa no me quedo tranquila; es como si me faltara algo.

Vueltas, vueltas y más vueltas. 

"Ese amigo ha pasado por mi lado y no me ha saludado, ¿estará enfadado conmigo?"
"Hoy esta compañera me ha mirado de forma extraña, ¿le caeré mal?" 
"Tengo diecinueve años y no he encontrado aún mi verdadera vocación. ¿Estaré perdiendo el tiempo con lo que estoy haciendo ahora mismo?" 
"Esta persona, que tan importante es para mí, parece angustiada o preocupada. ¿Será por mi culpa? ¿Se aburrirá conmigo? ¿No le doy todo lo que le podría dar?" 

¿¡Qué acabas de decir?!


Y así, hasta seguir con un largo etcétera. Quizás me preocupo demasiado por lo que piensen los demás de mi, pero es algo que no puedo evitar. Quisiera ser más sencilla, no debatir interiormente todas aquellas cuestiones que no dejan de ser cosas sencillas, asuntos simples, que no merecen tanta atención... Pero no puedo. Nací aprensiva, y creo que así seguiré. Todo lo cuestiono, todo lo meto en esa especie de "batidora" que tengo en mi cabeza, que adereza cualquier asunto con alguna que otra inseguridad, resultando una mezcla que en raras ocasiones es capaz de devolverme la tranquilidad y alejarme de los problemas. 

He intentado cambiar muchas veces, pero siempre ha sido inútil. Tal vez deba aceptar que soy así, que está en mi naturaleza temerosa  e insegura hacerme miles de preguntas sobre las cosas más simples. A pesar de todo, he notado que en los últimos tiempos la seguridad en mí misma ha aumentado, pero no tanto como me hubiese gustado. Inconformista de mi... Basta, Mar. Dale al stop por un momento. Por favor.

Querida Rapunzel, ¡no sabes cómo te entiendo!




jueves, 26 de septiembre de 2013

"La Catedral del Mar", de Ildefonso Falcones

Este verano me he leído "La Catedral del Mar", uno de los libros que más me han interesado en mucho tiempo. La verdad es que nunca había leído nada por el estilo, pero su lectura me sorprendió muy gratamente. Se puede decir que me cautivó desde el primer momento, cosa que por alguna extraña razón no suele ocurrirme últimamente con los libros que leo.

Los gustos en cuanto a géneros literarios son muy personales, pero yo recomiendo este libro a todos aquellos a los que les guste la historia, pues el contexto en el que se enmarca es la Barcelona del siglo XIV. Además, esta novela cosechó un gran éxito poco después de ser publicada, y aunque suelo huir de los best-sellers porque no me inspiran demasiada confianza, debo decir que este me ha gustado bastante.



He aquí cinco buenas razones para leerlo:

1.- La historia se desarrolla en la ciudad de Barcelona, en el siglo XIV. Narra la historia de superación y lucha de Arnau, hijo de un campesino que habrá de superar toda clase de obstáculos por convertirse en un hombre libre y liberarse del yugo de los poderosos.

2.- El libro contiene varias citas que realmente merecen la pena, pues invitan a la reflexión. Ésta es una de ellas, por poner un ejemplo de las muchas que hay.

3.- Las descripciones de los personajes están muy bien hechas, pues el autor, Ildefonso Falcones, describe minuciosamente desde la vestimenta de los campesinos hasta el increíble esfuerzo que habrán de hacer los bastaix por cargar las piedras de la iglesia de Santa María de la Mar.

4.- Aun cuando las empresas bélicas no son el eje principal de la trama, hacen acto de presencia en varias ocasiones, enriqueciendo el argumento con datos históricos de gran interés.

5.- El libro refleja el pensamiento humano de la época de forma realista. Los poderosos, frívolos y despiadados, someterán sin reparos al pueblo llano, más humilde pero aferrado a sus ideales, que defenderán a toda costa. Los hay nobles y sinceros, pero también astutos e hipócritas. Incluso puede que aquellos que en un principio parecían bondadosos y caritativos se dejarán llevar por las más bajas pasiones.


En definitiva, este libro me ha gustado mucho, no sólo por su argumento principal, complementado con numerosos tintes históricos, sino también por incluir tramas de amor, odio, superación y venganza. Merece la pena leerlo.

Mi valoración personal: 8


Hasta pronto :)

Un besazo


domingo, 15 de septiembre de 2013

"Me gusta"

Sí, lo confieso. Yo era una de esas muchas personas que compartían casi a diario frases filosóficas de amor, amistad, familia y superación personal en mi muro de Facebook. De hecho, aún sigo suscrita a varias páginas que publican diariamente este tipo de contenidos sobre los que yo suelo pulsar el botón de "me gusta". Y ciertamente me gustan, claro que sí. Me encantan las citas célebres, las reflexiones, las frases motivadoras que exaltan el valor de la vida y nos animan a mejorar nuestra situación. Pero creo que no estamos actuando en consonancia a las enseñanzas de estas frases. 



"Tu vida es un regalo, disfrútala", "Nada mejor que los momentos compartidos con nuestros seres queridos", "Vive el presente y no dejes que tu pasado influya en tus decisiones", "Aprende a vivir tu vida con ilusión y serenidad"... Estos son sólo algunos de los ejemplos de las muchas citas que pululan por Facebook, algunas de ellas pertenecientes a personalidades de renombre internacional, sabios y pensadores de gran prestigio. Otras, se nutren de estas corrientes de pensamiento que nos legaron y constituyen la versión resumida, más fácil y accesible para el lector contemporáneo, que apenas tiene tiempo de sentarse a leer mientras toma un café y reflexiona.



¿Por qué proliferan precisamente ahora todas estas reflexiones por la red? En primer lugar, porque vivimos demasiado rápido. Tenemos demasiadas ocupaciones: familia, casa, estudios, amigos, viajes, proyectos interminables, deportes, aficiones... Vivimos pendientes de demasiadas cuestiones que nos alejan de una vida más sencilla, dedicada al disfrute de nosotros mismos y de las cosas que nos hacen felices. Por eso, necesitamos recordar continuamente que la felicidad reside en las cosas pequeñas, que no por irnos de vacaciones de las Islas Seychelles vamos a alcanzar el Nirvana, y que ese iPhone que tanto anhelamos no será digno de recordar al hacer balance de nuestra vida. En este ambiente de crisis, caótico y deprimente, necesitamos citas inspiradoras que nos recuerden que debemos sonreír, respetar al vecino, tomarnos los problemas con más serenidad y dedicar al menos diez minutos diarios a relajarnos. Esclavos de las máquinas, necesitamos también que se nos recuerde que existe una naturaleza inexplorada por el hombre urbanita que apenas visitamos, y que pasamos muy pocas horas al día con nuestros seres queridos. Se nos insta a recuperar el tiempo perdido, a hacer nuevos proyectos, a amar la vida, a superar el pasado, en definitiva, a ser mejores personas.



Personalmente, no puedo estar más de acuerdo con el mensaje que transmiten estas frases y citas. Sin embargo, creo que en demasiadas ocasiones le damos a "me gusta" olvidando lo más importante: es necesario ponerlas en práctica. Al darle a "me gusta", no significa que acabes de preguntarle a tu madre cómo le ha ido en el trabajo, ni que le hayas dedicado media hora de juego a tu hijo, ni que hayas dejado de lado el ordenador para descansar y pensar en tus cosas. "Me gusta" no es la afirmación de tus principios, es sólo la revelación de que crees en algo que no te atreves a materializar por cobardía, por dejadez o por indiferencia. Se trata, pues, de una filosofía demasiado optimista, que sitúa al individuo en la cúspide de la pirámide, a la cabeza del mundo. Se exalta nuestra condición de seres inteligentes, dotados de libertad para vivir nuestra vida, pero se suele olvidar esa dosis de realismo, pues lo que se pretende es escapar de la realidad a toda costa.





Como en todo, siempre hay excepciones. Hay personas que sí se atreven a poner en práctica esas frases que suelen compartir en Facebook, pero no son mayoría. Debo reconocer que quizás yo me incluya en ese amplio margen de personas que en ocasiones  no se atreven a dar el gran paso. Además, creo que hoy en día se tiene demasiada conciencia del "Carpe Diem". Soy una firme defensora de que hay que vivir el presente; es algo con lo que estoy totalmente de acuerdo. Sin embargo, muchas veces actuamos con demasiada libertad, como si ese presente no fuera a comprometer nuestro futuro. Porque, recordemos, todos tenemos un pasado y un presente... y esperemos que también un futuro. Muchas veces justificamos acciones infantiles y fuera de lugar con ese "Carpe Diem", como si los tiempos venideros no importaran en absoluto. "-Pasado mañana tienes examen, ¿vas a salir de fiesta?" "-¡Carpe Diem!". Carpe Diem, sí, pero asume que probablemente no vas a aprobar. Es bueno dejarse llevar, pero creo que la verdadera esencia de ese "Carpe Diem" no es vivir el presente haciendo lo que te dé la gana, sino apreciar el momento presente, asumiendo tu pasado y sin pensar excesivamente en el futuro, pero siendo consecuente con él.

Y tras todo lo que acabo de decir, espero predicar con el ejemplo y aplicar todas estas cuestiones a mi propia vida. Seguiré dándole a "me gusta" en Facebook, compartiendo alguna que otra cita de las que más me gusten y reflexionando gracias a ellas... pero a partir de ahora, voy a intentar que cobren su verdadero sentido al ponerlas en práctica. La filosofía moderna es un arma de doble filo. 



viernes, 13 de septiembre de 2013

Recuerdos del cole

Hace ya unos días que septiembre entró de nuevo en nuestras vidas, para tristeza de muchos y alegría de no tantos. Pero qué queréis que os diga, a mí me gusta este mes. Me gusta saber que todo va volviendo a la normalidad, que comienza a refrescar por las tardes (para suplicio de mi pobre garganta, eso sí) y que las tiendas se llenan de material escolar. Claro que se echan de menos las tardes en la playa, el calor estival, las siestas de dos horas y el bullicio de las noches de verano, pero cada época tiene su encanto.

Septiembre me trae muchísimos recuerdos, y entre todos ellos, quizás los más valiosos y entrañables sean los de la vuelta al cole. Yo iba a un colegio concertado muy pequeñito que está cerquísima de mi casa. Tan cerca, que estos días lo primero que oigo al despertar es el jaleo de los niños que salen al recreo. Es un colegio de monjas, pero no solo ellas dan clase; también lo hacen profesoras que no lo son. No es el típico colegio de monjas en el que se imparte una disciplina muuuuy estricta, para nada... Pero eso sí, las profesoras eran exigentes y puntillosas como pocas. Los trabajos habían de ser entregados perfectamente limpios y ordenados, sin tachones ni faltas de ortografía. Si no cumplían alguno de estos requisitos, habrían de repetirse las veces que fuera necesario. En aquel entonces yo no era de las mejores estudiantes y estas normas me crispaban los nervios, pero al entrar en el instituto agradecí que me hubieran enseñado a trabajar con esfuerzo, y a día de hoy intento seguir haciéndolo.

Recuerdo que el uniforme estaba compuesto por una falda de paño azul marino que picaba como un demonio, un polo blanco, una rebeca o jersey también azul marino y leotardos y zapatos a juego. Bueno, quien dice leotardos dice calcetines blancos. De hecho, yo era la única de la clase que llevaba calcetines largos en lugar de medias en pleno invierno, porque no soportaba el picor que me producían en las piernas. El uniforme de verano, más práctico, estaba formado por un pantalón corto azul marino, una camiseta blanca y tenis. Eso sí, el de invierno era horrorosamente feo: verde aguamarina, blanco y azul marino. Feo, pero feo con ganas.

Las clases eran amplias y luminosas, pero éramos una media de veinticinco alumnos por curso. El patio estaba enlosado en mármol, y no quiero ni recordar la de accidentes que se produjeron en él: caídas, tropezones, fracturas de huesos, brechas en la frente... Aquello era un verdadero hospital cuando tocaba hacer Educación Física. También había una fuente en la que nos dedicábamos a rellenar nuestros globos de agua en verano, y unas escaleras en las que nos sentábamos a repasar la lección si había examen después del recreo. Bueno, quien dice repasar la lección, dice bajarse el libro al patio y ponerse a hablar con todo el mundo. Cuando se acababa el recreo, las profesoras daban varias palmadas y teníamos que formar una fila para volver a clase. A veces este proceso nos llevaba más de quince minutos, y había días en los que a más de uno le costaba un buen castigo salirse de la formación.

Había que hacer la oración todos los días antes de comenzar la clase. La oración consistía en leer una historia sobre la amistad, la familia, el compañerismo y cosas así, y a continuación una Salve y un Padrenuestro. Ah, y también un ruego por alguna situación catastrófica que estuviera ocurriendo en el mundo, tipo terremoto, guerra, etc. La verdad es que esta parte no nos gustaba demasiado, sobre todo porque eso de tener que leer delante de la clase tan temprano era un verdadero suplicio. 

También había un coro al que teníamos que asistir a ensayar durante los recreos. Sí, sí, durante los recreos. A nadie le hacía gracia perderse el rato de descanso cantando canciones religiosas y soportando los gritos de Sor Emilia, pero no había más remedio que hacerlo. Cuando llegaba el día de la "actuación" (o sea, la misa), se la oía más a ella que a nosotros, porque ella cantaba delante de un micrófono y nosotros, pues no. Eso sí, después nos daba un Chupa-Chups, una bolsa de chuches o algún otro invento por el estilo para comprar nuestro silencio y asegurar nuestra fidelidad. Muy lista, ella.

En aquella época, yo iba a tres actividades extraescolares: catequesis, danza española e inglés. Debo decir que a día de hoy no tengo muy definidas mis creencias religiosas y no me llevo precisamente bien con las sevillanas, pero estoy estudiando Filología Inglesa. De algo le tenía que servir a mi madre el pastón que invirtió en las clases de la academia, digo yo.

Sin lugar a dudas, el mejor recuerdo que tengo del colegio está relacionado con mis amigos de entonces. Las mañanas de recreo, los juegos, los piques, las tonterías infantiles, las primeras salidas por la tarde, las bromas, las risas, los enfados, el descubrir, poco a poco, ese mundo adolescente que hasta entonces tan sólo habíamos vislumbrado. Tan solo mantengo el contacto con uno de mis amigos de entonces, al que le tengo un gran cariño. Del resto no sé gran cosa, pero igualmente espero que les vaya muy bien y que, como yo, también guarden buenos recuerdos del cole y de los buenos momentos que pasamos allí. Y por cierto, también me encantaba llegar de clase a las 5 de la tarde y merendar un bocadillo de Nocilla mientras veía Sakura :3


¿Cuál es vuestro mejor recuerdo de la época del colegio?


Un besazo


lunes, 2 de septiembre de 2013

El niño

La verdad es que no soy una persona muy dada a las muestras de cariño, lo reconozco. Sólo me abro con las personas con las que estoy realmente a gusto, con aquellas que me muestran lo mejor de sí mismos, y me hacen darme cuenta de que las inseguridades del pasado quedaron atrás. Por suerte, en los últimos tiempos estoy conociendo a muchas personas así, y entre todas ellas, hoy tengo que hablar de Jose, un niño maravilloso que hoy cumple años, 25, para ser exactos.

Fue él el que me dijo que los demás contaban conmigo para ir a Granada, el que me ha cuidado y protegido desde que empecé mi particular aventura bloguera como si fuera mi hermano mayor. Siempre ha tenido una palabra de cariño para mí, y en el viaje me trató mejor que bien. Y como ya he comentado, nunca, nunca, voy a olvidar ese último abrazo en el tren que consiguió que se me saltaran las lágrimas.

Jose, amigo, compañero, vales mucho. Espero que este nuevo año sea inmensamente feliz para ti, que lo disfrutes como nunca, que alcances todas tus metas y proyectos, y que disfrutes todo lo que puedas y más junto a la gente que realmente te quiere. Tienes el don de contagiar tu risa, tu alegría, tu ternura. No cambies nunca, y sigue siendo "el niño", nuestro niño, al que tanto queremos. Sigue apuntándolo todo en tu libretita, sigue sonriéndole a la vida, siendo tan agradable y cercano como siempre lo has sido. Mil gracias por todo, de corazón.

Me dijiste que soy tu ojito derecho, y sabes que estoy orgullosa de serlo. ¡Feliz Cumpleaños! :D


Ranking de Canciones y Videos Monguer del Viaje Blogger a Granada

Sí, amigos. No todo en Granada fue paz, amor y glamour en las fotos. Bueno, ya sé que lo del glamour en las fotos quedó atrás después de mi foto-choni y la de Pimiento-alien, que seguramente habréis visto en esta entrada. En cualquier caso, podemos estar orgullosos de decir que tuvimos nuestra propia banda sonora que nos acompañó durante toooodo el viaje. Es más, yo a día de hoy sigo escuchando esas cutre-canciones, clásicos de la música española de ayer, hoy (y, espero que no para siempre jejeje) y videos monguer por doquier que me transportan a los buenos momentos que vivimos allí. De nuevo, id a por palomitas, y... ¡comenzamos!

1.- La Ventanita.



Inevitablemente, esta fue LA CANCIÓN, así, con mayúsculas, del viaje. "Desde que me dejaaaaste, la ventanita del amor se me cerróooo". ¿La responsable? La amiga Pimiento, que comenzó a tararearla nada más llegar al apartahotel y nos contagió a todos este peculiar ritmillo salsero. También tengo que decir que yo comenzaba a tararearla en los momentos más insospechados, pero os aseguro que es demasiado pegadiza como para dejar de hacerlo.

2.- Y voló...


... y me hizo volar, y yo volé de él. Sin lugar a dudas, EL VIDEO del viaje. No sé a ciencia cierta cuántas veces llegamos a verlo, pero lo que si sé es que se nos quedó grabado. Mítico. Démosle las gracias a Mandi por esta particular aportación... Yo personalmente me parto cada vez que lo veo.


3.- La Tía Enriqueta


¡Me voy de bareta! Sin palabras. Muy grande, Chimo Bayo. Cortesía de Naar y Jose.

4.- Sueño Contigo


La banda sonora de mi momento-choni, aportación personal de la mano de Camela. ¿Os acordáis del bailecillo que me marqué en el salón del apartahotel? Yo casi que prefiero no recordarlo jajajaja

5.- ¡¡¡CORRE, PLÁTANO!!!



La felicidad debe ser algo parecido a Naar y yo riéndonos como locas recordando este momentazo de Los Simpsons. Es jodidamente absurdo, pero me encanta y siempre me hace sonreír.

6.- TROLOROLOLOLOLO




No me digáis que no es pegadizo. ¡Trolorololololololo lololololooooo! Nótese que os he puesto la versión de 10 horas ininterrumpidas... inquietante, ¿verdad?

7.- Van Damme bailando la Vaina Loca



Sin comentarios. Es simplemente épico.


¿Se me ha olvidado alguno? Que ya sabéis que lo de la mala memoria iba en serio! :P



Granada 2013: una gran experiencia Blogger


AVISO: Este post promete ser muuuuuy largo y revelador. ¡Id a por palomitas! : D

Sí, sí, sí, he vuelto a casa (y no precisamente por Navidad) después de un intenso verano al que me da pena despedir y que, de hecho, no despediré hasta bien entrado octubre gracias al buen clima que tenemos en Almería. Digo que este verano ha sido intenso porque ha habido de todo un poco: playa, trabajo de clases particulares, visita de mi prima de Madrid, fiestecillas con amigos, laaargas siestas, paseos... Pero, si me dieran a elegir entre todas las cosas que he hecho, sin lugar a a dudas me quedaría con el acontecimiento estrella de los últimos meses: el pedazo de viaje a Granada que nos hemos marcado NaarJose (al que felicito desde aquí por su cumpleaños), Pimiento y TomateQuejica y Toño, y yo.

¡Menudo grupo! <3


Veréis, la idea surgió hace varios meses.  Jose y las hortalizas ya me habían comentado que se habían visto el verano pasado en Granada, y que se lo habían pasado genial. Los que realmente me conocen saben que soy una enamorada de esta ciudad, y que tenía muchísimas ganas de volver a visitarla. Un buen día, me conecté a Facebook y me propusieron ir con ellos... ¡qué ilusión! La verdad es que tenía muchísimas ganas de conocer a las personas que están detrás de los blogs que tan buenos momentos me han hecho pasar. Cuando me enteré de que Quejica y Naar se nos unían, no pude alegrarme más. ¡Por fin iba a conocerlos a todos!

Las semanas previas al viaje las pasamos organizándolo todo: el apartahotel, las entradas para ver la Alhambra, el tren... Conforme se iba acercando el "día D", yo me iba poniendo cada vez más nerviosa. La verdad es que tan solo un año antes no me hubiera atrevido a viajar yo sola para conocer a personas a las que, al fin y al cabo, no había visto en mi vida. Sin embargo, estos chicos se hacen de querer, y algo me decía que todo iba a salir a pedir de boca y que sería una gran experiencia. Y, por suerte, no me equivoqué en absoluto.

La mañana del 21 de agosto, cogí el tren desde mi querida (y a la vez odiada) Almería rumbo a Granada. El interior del tren estaba prácticamente congelado. Señores de Renfe, hagan ustedes el favor de controlar la temperatura de los trenes, ¡que llegué pajarito a Granada! Cuando el tren se detuvo en la estación, salí la primera del vagón y vi una mano que me saludaba a lo lejos. ¡Era Jose! Sonreía. Tenía muchísimas ganas de conocerlos a todos... Pimiento y Tomate, a las que a partir de ahora llamaremos "las malajes", se acercaron con él para recibirme. ¡Qué bonito todo! Después de que los tres se tomaran una caña a las 11 de la mañana (cosas más raras se han visto, oigan), fuimos a nuestro apartahotel, donde nos esperaba "la rancia estreñida", que no era otra que la recepcionista. La tía nos tuvo esperando un buen rato hasta que conseguimos las llaves de nuestro nidito de ¿amor?. Por suerte, pudimos sentarnos en un sillón bastante mullido en el que Jose casi se queda dormido y las hortalizas aprendieron a abanicarse como marujas, dándose golpes con las varillas en el pecho. Muy modernas, ellas.


Tomate, en su máximo esplendor de marujeo


Tras aluciflipar con la mini-cocina que descubrimos por sorpresa en el apartahotel, posar en las camas al estilo "píntame como a una de tus chicas francesas" y dejar las maletas, fuimos de nuevo a la estación para recibir a Naar. Debo decir que me ha encantado conocer a todos los que hemos formado parte de este viaje, pero lo cierto es que tenía unas ganas de darle un abrazo a esta niña que no podía con ellas. Ha sido mi "hermana mayor a distancia" durante unos meses, me ha aconsejado y ayudado en momentos difíciles, y por fin iba a conocerla. En esto estaba yo pensando cuando, de pronto, Pimiento se saca una careta de alien de debajo de la camiseta y se la pone, tan pancha. Tomate se puso más roja de lo que ya de por sí es (porque es un Tomate, claro) y Jose empezó a dar vueltas de un lado para otro con su latita de Limón y Nada, como si no nos conociera. A Pimiento le dio igual que hubiera un policía a escasos metros de nosotras y que estuviéramos en un sitio público; ella se sentó tan a gustito con su careta, y nadie consiguió que se la quitara hasta después de que llegar Naar. ¿El motivo? Se había acordado de su entrada de los aliens, donde decía que seguramente uno de ellos la recibiría al llegar a Granada, y decidió darle una sorpresa. Más maja, ella...

Pimiento-alien, un especimen peculiar

Por fin llegó nuestra querida Naar. Qué ojazos tiene, la jodía. Nos abrazamos todos, nos dimos muchos besos, y caminamos bajo un sol de justicia dirección al apartahotel. Ya allí, las hortalizas se apoderaron del sofá-cama mientras Naar espantaba arañas con el palo de la escoba y yo me hinchaba a galletas. Jose, como podréis imaginar, contemplaba la escena asombrado. Pobrecito mío. Tras comer una mini pizza recalentada en un sitio al que nos llevó Pimiento, fuimos a recibir a Quejica y a Toño. Más simpáticos no se puede ser, de verdad. Tengo que decir que nos cayeron genial desde el primer momento y que pasamos muy buenos ratos con ellos. Y por cierto, de Amapola y Margarita mejor que os hable Naar, que seguro que lo está deseando jejejeje

A partir de entonces, todo sucedió muy rápidamente, quizás porque lo estábamos pasando muy bien: siestazas en el apartahotel, bromas y risas a punta pala, confidencias... Debo decir que terminé con la espalda hecha polvo por culpa de los muelles de mi cama, pero mereció la pena, sin ninguna duda. La visita a la Alhambra fue espectacular, aunque casi morimos por culpa de una insolación. ¡Qué calor hacía! Además, había chinos por todos lados fotografiando hasta las gotitas del agua de las fuentes y chonis vestidas de moras posando en cada rincón. Muy idílico todo. Por suerte, Jose nos refrescó con su pulverizador de agua y Tomate contribuyó a la causa con su abanico de Maruja.  Bromas aparte, la Alhambra es preciosa. Quizás la hubiésemos disfrutado más con menos calor, pero igualmente fue toda una experiencia poder visitarla. En este punto del viaje, mi cámara comenzó a hacer de las suyas y tuve que echar mano de la de Jose para poder seguir con mi papel de fotógrafa oficial. Y ojo, yo encantada de poder inmortalizar cada uno de los momentos que vivimos, porque merece la pena recordarlos.





Después de bajar de la Alhambra, estábamos hechos polvo de tanto caminar bajo el sol. Y entonces, cometimos el ERROR de dejarnos influir por una chica que repartía propaganda de un sitio llamado "Pecado". Tras varios minutos allí dentro, descubrimos que el verdadero pecado era entrar en aquel reducto del averno. Bueno, igual me he pasado, pero no exagero si digo que el sitio nos decepcionó muchísimo. Nos sirvieron ensaladilla rusa (perdón, mayonesa con guisantes) y la camarera se puso muy flamenca cuando le hicimos una pequeña reclamación. Consejo: no vayáis ni aunque os paguen por ello. Afortunadamente, al salir de allí encontramos un bar más pequeñito donde el camarero nos trató infinitamente mejor, y eso es de agradecer. Por la noche, el Paseo de los Tristes (que no de los Pobres, como decía Jose) nos acogió con una inmensa luna llena y la magia de esa Granada moruna que siempre me gusta recordar. Y en este punto, no me puedo olvidar de esa noche de confidencias en la que Naar y yo nos quedamos hablando hasta las tantas de la madrugada.  Realmente no dejo de aprender de ella, ni me canso de hacerlo.


Tiene embrujo...



Y así, llegó mi último día de viaje en Granada. El resto del grupo permaneció allí hasta el domingo, pero yo me tuve que ir el viernes, pero no sin antes dejarme llevar por mi instinto choni y sacar a relucir todo el repertorio de Camela. Yo ya sabía que era un poquillo choni antes de esto, pero ahora no me cabe ninguna duda jajajaja

Prometo que no volverá a ocurrir

Llegado el momento de coger el tren, me di cuenta de que todos tenían el semblante muy serio, y eso no me gustaba nada de nada. Quería que mi despedida fuera alegre, como lo había sido el resto del viaje, así que hice mi mejor esfuerzo por hacerles reír y disfrutar los últimos momentos con ellos. Aunque sólo habían sido tres días, fueron más que suficientes para darme cuenta de que esta gente vale muchísimo. Me han tratado genial, me han hecho reír, me han dado comprensión, cariño y apoyo, y eso es mucho más de lo que podría decir de otras muchas personas con las que he compartido muchos más momentos de mi vida. Estos chicos valen millones, y estoy deseando volver a verles. Eso sí, nunca olvidaré a Naar y a Tomate traduciendo el mensaje de la chica de megafonía "voi trois" por "cua, cua". ¿Tengo que quererlas o no tengo que quererlas?



Pero, sin lugar a dudas, los momentos más difíciles vinieron después del abrazo de grupo, a partir del cual no pude reprimir una lagrimilla. Estaba emocionada y me daba mucha pena irme. Estaba tan "atontá", que si no llega a ser por Naar, cojo el tren de Sevilla en lugar del de Almería. A pesar de que  repitieron por megafonía varias veces que los acompañantes no debían subir al tren, Jose, mi niño Jose, me hizo el favor de subir para colocarme la maleta. Nunca voy a olvidar ese último abrazo que le dí en el tren con los ojos aún llorosos, ni la despedida pañuelo en mano que le dediqué al resto del grupo desde la ventanilla. Eso sí, en cuanto el tren se puso en marcha, saqué un Kleenex y me puse a llorar. Si es que no lo puedo evitar, detesto las despedidas. Y esta gente me ha marcado muchísimo. Estoy deseando volver a verles, y quiero que sepan que se han llevado un pedacito de mi corazón a sus ciudades, y que aquí tienen a una amiga para toda la vida.

Chicos, ha sido una experiencia maravillosa que no voy a olvidar nunca, y espero que la repitamos en cuanto se pueda. Naar, Jose, Pimiento, Tomate, Quejica, Toño, me ha encantado conoceros y poder compartir un trocito de vuestro verano con vosotros. Que sepáis que sois una gente increíble, y que me alegro un montón de haber ido a Granada. Gracias por haberme tratado tan bien y por haber sido tan buenos conmigo. Me llevo vuestras dedicatorias en esa preciosa imagen de la Alhambra y, sobre todo, en el corazón. ¡Os quiero mucho!.



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