“En la oscuridad puedo colgar en las paredes de mi mente lienzos de colores, en la soledad puedo ver quién soy bajo la piel"
Beatriz y los cuerpos celestes

sábado, 30 de noviembre de 2013

Si no tuviera miedo



Vivir intensamente, expresar mis sentimientos sin temor a que me neutralicen y me reduzcan a nada... 
Liberarme, disfrutar, sentir sin temor a dejar de sentir. 
Llorar en público, y decirle a la gente a la que quiero que la quiero, porque no me costaría hacerlo ni pensaría continuamente que tal vez un día no estarán a mi lado porque la vida es así. 
Escribiría todos los días, porque no me asustaría el folio en blanco ni la torpeza de los primeros versos. 
Me atrevería a romper con todo, a mirar de frente, a divertirme, a ser yo misma. 
Dejaría de lado esta capa de debilidad que me envuelve toda y secaría esas lágrimas que a veces no me dejan ver bien la luz. 
El miedo no sería miedo, serían alas renovadas para volar. Ya no existirían los malos recuerdos, ni bajaría la cabeza ante aquellos que me hicieron daño. Tampoco rehuiría sus miradas; las enfrentaría con aplomo.
La confianza sería mi bien más preciado, porque no temería dársela a aquellos que la merecen... Se la daría sin pensar que tal vez pudieran decepcionarme.
Pintaría, ayudaría a los demás, haría teatro, viajaría a muchos lugares desconocidos... haría todas esas cosas que he dejado relegadas a un segundo puesto y que por falta de oportunidades y de valor no he llegado a hacer.
Si no tuviera miedo no me pondría triste al pensar en la soledad, ni me callaría ante quienes me hieren con palabras dañinas y puñaladas enmascaradas de traición.
Si el miedo no me paralizara... te diría que te quiero mucho más de lo que imaginas.


A veces, demasiadas veces, tengo miedo, me paralizo, me hago cada vez más pequeña... y, nuevamente, tengo miedo de tener miedo, de no poseer esa fortaleza que antaño me ponía en pie y me enfrentaba a las dificultades de la vida. 

El miedo es humano... pero no es bueno. Si fuera un pájaro libre, si no pesaran tanto mis cadenas, volaría tan alto que ni las nubes, ni el sol, ni las estrellas podrían verme. Y desde allá en lo alto, alejada de los temores, el fuego no quemaría tanto y el hielo no me enfriaría tantísimo estas obedientes manos con las que escribo, amo y peleo en este artificio de sueños y tempestades al que solemos llamar vida. 



Suerte que mi corazón todavía está caliente y cada latido vence cualquier amenaza de retirada.