“En la oscuridad puedo colgar en las paredes de mi mente lienzos de colores, en la soledad puedo ver quién soy bajo la piel"
Beatriz y los cuerpos celestes

martes, 4 de junio de 2013

Preocupaciones de paso



Estaba yo haciendo una de mis habituales pausas de estudio de hora y media diez minutos, cuando me he encontrado esta enigmática pregunta en Facebook que me ha mantenido pensativa durante buena parte de la mañana:


Y entonces, me he puesto a recordar cómo me sentía yo hace justo un año. Veamos, hace un año... nos situamos en junio de 2012. Tenía dieciocho años, y hacía tres días que se había celebrado mi graduación. Estaba muy contenta porque me habían dado la Matrícula de Honor, y sentía que todo mi esfuerzo se había visto recompensado. Pero eso sí, también estaba triste. Hacía pocos días que había fallecido inesperadamente un profesor al que le tenía mucho cariño, y tampoco terminaba de superar que mi abuela ya no estuviera con nosotros. Además, estaba bastante cansada. Quedaban un par de semanas para la selectividad, y no tenía ninguna gana de abrir un solo libro. Después de un año entero hincando los codos como si no hubiera mañana, mi cuerpo estaba demasiado cansado, y mi mente también. Dormía como una marmota, y tenía constantes dolores de cabeza. Tenía unas ganas impresionantes de que llegara el 22 de junio y poder, por fín, mandar a freír espárragos a los estudios y dedicarme a descansar. Sentía que los días pasaban demasiado despacio, y si por mí hubiese sido, hubiera acelerado el tiempo. Estaba angustiada, porque aun cuando sabía de sobra que no debía preocuparme por selectividad, porque seguro, seguro que iba a aprobar después de las notas que saqué en bachillerato, me agobiaba pensar que apenas estaba estudiando mientras el resto de la gente devoraba los libros. Además, tras terminar mis seis años en el instituto, que no fue precisamente la época más feliz de mi vida, se me vinieron encima miles de recuerdos... la mayoría de ellos, amargos. Trataba de evitarlos a toda costa, pero me resultaba prácticamente imposible. Se amontonaban unos tras otros, como losas pesadas que caían sobre mi cabeza. Pero claro, también conservaba la esperanza de que la universidad me trajera nuevas personas y experiencias mucho más agradables. En lo sentimental, andaba detrás de un chico con el que tuve una relación... complicada. Muy complicada. Todo él era complicado. Nunca os he hablado de ello porque no me gusta implicar a personas de mi entorno en las entradas, pero confieso que es la persona por la que más me ha calentado la cabeza inútilmente en toda mi vida. En fín, historias, experiencias que vivimos.

El caso es que hace un año, yo tenía una serie de preocupaciones e incertidumbres que ya no tengo. Sigo estando orgullosa de las notas de bachillerato, pero como es lógico, la euforia de los primeros días ya ha pasado. Lo de mi abuela ya lo he superado, aunque no dejo de echarla de menos en muchas ocasiones, porque eso es inevitable. Selectividad también pasó, y como yo me temía, fue lo que se dice "un paseo". Efectivamente, hice bien en no matarme a estudiar en los días previos y dedicarme a descansar, porque fue mejor de lo que yo esperaba. Y con la selectividad, claro que llegó el verano, el descanso y todo lo demás. El "trauma" del instituto se quedó en recuerdos tristes que prefiero no recordar. Siempre digo que aquella etapa fue el gran aprendizaje de mi vida, porque ahora no sería como soy si no la hubiese vivido. Y en cuanto al chico complicado, digamos que ahora me pregunto cómo pude ser tan sumamente tonta por calentarme la cabeza por él... Hasta me da la risa. Pero era lo que sentía entonces, lo que quería en ese momento. La universidad, como yo esperaba, ha sido toda una experiencia. Me han pasado infinidad de cosas en los últimos meses, buenas y malas. Y regulares también. Pero ha sido una experiencia totalmente renovadora: nueva gente, un nuevo ambiente, nuevas experiencias. La Mar de hace un año dio paso a una persona diferente, y eso es lo que más me gusta de todo, que ya no soy la de antes. Ahora tengo otras inquietudes, otra forma de afrontar la vida, otros sueños, otras personas, y también otros quebraderos de cabeza. Sí, los años pueden pasar, pero yo seguiré comiéndome el coco como si no hubiera mañana, porque soy así.

¿Qué quiero decir con todo esto? Que los problemas que hoy tenemos, esos que nos parecen tan terriblemente monstruosos, dentro de un tiempo no estarán ahí. Pasarán, para bien o para mal, como pasan muchas de las cosas que tenemos en nuestra vida. Hay otras tantas cosas que permanecen, es cierto, pero esas pequeñas incertidumbres que nos mantienen ahora en vilo desaparecerán en un tiempo. Y si no, haced la prueba. Preguntáos a vosotros mismos cómo os sentíais hace un año, qué cosas os preocupaban, y comparadlo con cómo os sentís ahora. Os daréis cuenta de que muchos de los pequeños problemas que entonces os parecían un mundo, ahora ya ni los recordáis.

Es que la vida es así. Está compuesta por momentos, por experiencias. Ya lo hemos hablado miles de veces. Sin embargo, resulta curioso cómo nos desvivimos por cuestiones que, al cabo de un tiempo, se resolverán sin más. Hablo de los problemas del día a día, claro, no de preocupaciones importantes. Esos pequeños enigmas, esas dudas sin resolver que hoy nos roban el sueño, que nos intranquilizan, desaparecerán, y vendrán otras nuevas. De verdad os lo digo: qué complejo y a la vez que exageradamente interesante es el ser humano.