“En la oscuridad puedo colgar en las paredes de mi mente lienzos de colores, en la soledad puedo ver quién soy bajo la piel"
Beatriz y los cuerpos celestes

lunes, 3 de septiembre de 2012

Septiembre y reflexiones "deportivas"

Bueno, pues ya estamos en septiembre. Ahora quedaría bien decir eso de "qué rapido pasa el tiempo". O quizás no; está ya muy visto. Septiembre es un mes raro, ni me gusta ni me disgusta. Se acaba el verano, pero empieza otra etapa. Termina el calor, pero la brisa post estival nos alivia más que las altas temperaturas. Poco a poco vamos aterrizando, despertando del letargo de una temporada de descanso. Comenzamos por realizar pequeños trámites administrativos que nos permiten ir entrando en materia, conocer a grosso modo lo que vendrá en los próximos meses.

Y es que para mí el año nuevo no comienza el 1 de enero, sino en septiembre. Nunca he sido muy amiga de marcarme mil millones de objetivos antes de comenzar algo. Prefiero creer en lo que hago y marcarme pocas metas que sé que puedo alcanzar con esfuerzo. ¿Para qué proponerme planes atropellados que quizás olvide a los dos días? 


Si es que en el fondo a torpe no me gana nadie. Hace dos años comencé el curso con una caída de las de aquí te espero en clase de Educación Física. Ni que decir tiene que conservo una estética cicatriz en la rodilla derecha para no olvidar nunca el hostiazo que me metí. El año pasado sufrí una hemorragia nasal en mitad de la clase de forma inesperada, así, sin más. No quiero ni pensar en lo que me puede suceder este año. Al final terminaré saliendo de casa con casco y rodilleras, y si no, al tiempo.

Otra cosa que me planteo muy a menudo es el tema del carnet de conducir. De momento no me hace falta, pero debería sacármelo por si acaso. Por lo que dicen de que siempre viene bien ponerlo en el currículum y tal. Pero claro, me imagino a mí misma sentada en un descomunal bólido con una marquesina en la parte superior del tipo "Autoescuela Mariloli", con un pérfido examinador al lado dispuesto a despellejarme viva al más mínimo fallito y toda una hilera de conductores enfurecidos detrás de mí tocando el claxon incesantemente mientras intento meter la primera (sin éxito, por supuesto), y se me quitan las ganas. Si es que soy patosa a más no poder. Si me dieran cinco céntimos por cada hematoma que me hago, por cada tropiezo en público, o por todas esas veces que he tirado de una puerta en lugar de haber empujado, Amancio Ortega (el dueño de Zara, que está millonario perdido) a mi lado sería un pobre indigente.


Una cosa tengo clara: mi cuerpo no está hecho para el deporte ni para ningún tipo de actividad física. Y mira que nos conciencian por todos lados, en la tele, en internet, de que hay que hacer ejercicio y llevar hábitos de vida saludable y tal y cual, pero es superior a mis fuerzas. El colmo fue el otro día en la playa, cuando un niño de once años me dio una paliza por goleada a las palas que me dejó exhausta. ¡Cómo le daba el condenado a la palita! ¡Con qué facilidad impulsaba a la pelota! ¡Qué maestría, qué elegancia! Y mientras, yo, pobre de mí, mientras observaba atónita esta lección de "palas playeras" tras haberme agachado ochenta mil veces a por la pelotita, tuve claro una vez más que como en el agua "en plan boya" no se está en ningún sitio.

Relacionando esto del ejercicio físico con la llegada de septiembre y del nuevo curso, diré que me he planteado eso de moverme, de hacerle caso por una vez a la naturaleza y sacar a relucir mis viejas zapatillas deportivas, pero no me animo. Así que nada, seguiré diciendo eso de "el lunes empiezo" hasta que la vagancia salga de este cuerpo atlético y trabajador. Y en cuanto a lo del carnet de conducir... dejémoslo en un Yao Ming mientras la crisis siga estrangulándonos de esta manera y los examinadores de España no tomen All Bran para desayunar.


¡Hasta pronto!