Qué ganas de usar ropa de abrigo, de dormir entre mantas de franela calentitas, de pasar las tardes de lluvia en casa, de tomar chocolate caliente, de dormir en el sofá al calor de la estufa...
Pero, por otro lado, qué pocas ganas de volver a la rutina, de ver el cielo nublado, de sentir frío a todas horas, de usar paraguas de vez en cuando, de usar botas y pantalones de pana, de ponerse dos jerseys bajo el abrigo, de ver mi piel blanca en el espejo, de desear que pase pronto, que llegue el ansiado verano y las olas vuelvan a saludarme.
Todos los años igual.