Eran las cinco de la
mañana cuando Raquel encendió el octavo cigarrillo y le dio un trago largo a la
botella de Black Daniels. Estaba
sentada sobre el alféizar de la ventana, mirando a un cielo difícilmente
estrellado por culpa de la contaminación en el que, sin embargo, una inmensa
luna brillaba con luz propia. Javier la observaba desde el otro lado de la
habitación, tumbado sobre la cama con una media sonrisa.
−Deberías venirte a la
cama.
Ella giró su rostro
lentamente hacia él, y sonrió maliciosamente. Misteriosa, se levantó y dirigió
sus pasos hacia el chico, como un gato moviéndose en mitad de la noche. Le dio
una calada al cigarrillo y comenzó a acariciar sus cabellos con la mano
izquierda. El humo del tabaco envolvía el ambiente, trazando círculos sensuales
que enmarcaban el cuerpo menudo pero imponente de Raquel. Ambos comenzaron a
besarse apasionadamente… y cayeron.
Se conocieron dos
semanas antes en un bar de copas. Javier no era un buen tipo, y Raquel
aparentaba no darse cuenta de ello. Con mirada felina vigilaba cada uno de sus
movimientos, insinuándose al ritmo de la música e instándole a invitarle a la
última copa, quizás la penúltima. Pocos sabían que Javier se dedicaba a
traficar con cocaína, y los que no lo sabían lo intuían. Aunque atractivo, su
mirada intimidatoria y las compañías que frecuentaba revelaban que no era
alguien de quien cualquiera se pudiera fiar. Incluso se rumoreaba que pasó una
buena temporada en la cárcel por una pelea que terminó a navajazos a la salida
de un club de alterne. Sin embargo, todos hacían la vista gorda y nadie le
negaba la entrada en ningún establecimiento. Javier era sinónimo de una
clientela selecta, inmensamente adinerada, aunque no por ello exenta de vicios
y fichajes policiales.
Raquel tenía muy claro
que aquel hombre sería su siguiente objetivo. Investigó sobre su vida y su
pasado más reciente, contactó con sus amistades y le siguió la pista durante
una larga temporada, hasta que finalmente decidió lanzarse. Está rayando la frontera entre el amor y la
obsesión, comentaban por ahí. Él no
tardó en rendirse a sus encantos, ¿quién podría no haberlo hecho? Una mujer joven,
sensual, rebelde, atractiva y dispuesta a pasar un buen rato sin compromiso era
una presa demasiado fácil.
Sus caderas
balanceándose, sus brazos rodeando su cuello, su aliento quemándole la piel,
sus ojos verdes desnudando sus pensamientos, su pupila sedienta, clavada en él.
Las insinuaciones precedieron a las carcajadas a pleno pulmón intercaladas con
tragos de whiskey y el humo de los pitillos. Una copa, y otra, y tal vez otra
más. Y qué guapa eres, y tú qué
interesante, y qué ojos más profundos, pero mira que estás buena.
Terminaron en el coche
de Javier, rumbo a su apartamento. Raquel miraba por la ventanilla, respirando
el aire nocturno, sintiendo el fresco de la noche en la cara. Javier la miraba
de reojo. Había dejado a sus contactos al mando de los encargos de la noche, y nadie le esperaba en casa. Tenía a una tía
impresionante sentada en el asiento del copiloto, dispuesta a ser sólo para él,
a hacer absolutamente todo lo que él le pidiera. Aquella noche prometía.
Llegaron al piso entre
carcajadas. Ella con los zapatos de tacón en la mano, él con la chaqueta a las
espaldas. Comenzó Raquel a desnudarse, voraz, intrépida y exultante. Javier la
contemplaba desde el marco de la puerta, como el león que observa a su presa
antes de lanzarse a su cuello. Y, efectivamente, se lanzó sobre ella sin
escrúpulos, buscando saciar esa sed de pasión que llevaba sintiendo toda la
noche.
A las cinco de la
mañana, mientras Javier dormía, Raquel se levantó de la cama. Había llegado el
momento que había estado esperando durante tanto tiempo, pero debía actuar con
cautela. Cogió de la mesita de noche la botella de Black Daniels y el paquete de cigarrillos, y los colocó sobre el
alféizar de la ventana. Después se encaminó hacia su bolso, rellenó la
jeringuilla con una fuerte dosis de PEN TOTAL 2000 y la guardó en el cajón de
la mesita. Seguidamente, se sentó, encendió el octavo pitillo y esperó a que
Javier despertara. Justo entonces podría hacer lo que tanto había deseado.
Javier la encontró así,
sumida en sus pensamientos, fumando de nuevo, como si se tratara de una
chiquilla inocente que estaba en sus manos. Sólo para él. Se sintió
extremadamente poderoso, y experimentó el deseo de volver a conseguir que nada
se interpusiera entre su piel y la de ella.
−Deberías venirte a la
cama.
Y cayeron, con esa
sensualidad que Raquel fingía astutamente y que Javier aceptó como el mejor de
los placebos. Minutos después, él volvió a quedarse dormido. Ella se había
encargado de narcotizarlo con pequeñas dosis durante toda la noche,
introduciendo los polvos mágicos en
sus copas. Una, otra, y tal vez otra copa.
Cuando despertó al cabo de una hora, Raquel se encontraba a los pies de la
cama, totalmente vestida y de brazos cruzados.
−¿Qué pasa, princesa?
Anda, vuelve a la cama –musitó Javier al encontrarla en una postura tan
erguida.
Al ver que ella no
reaccionaba, se levantó y comenzó a besarle el cuello y a manosearle el pecho.
Raquel reprimió una arcada. Había tenido que acostarse dos veces con aquel
impresentable, pero no podía reprimir el asco cada vez que se acercaba a ella. Tuvo
que hacer verdaderos esfuerzos durante las dos últimas semanas por aparentar
que estaba totalmente enamorada de él. Esa noche Javier la notaba fría y
hierática, y decidió valerse de sus propios medios para hacerla entrar en
calor.
−Princesa, como no
vuelvas a la cama me voy a enfadar -sentenció con voz juguetona. –Ya sé lo que
te pasa. Tú lo que quieres es divertirte un poco, ¿verdad? No te preocupes,
cariño, que Javier tiene exactamente lo que necesitas para olvidarte de todo… y
volar.
Sonrió él
maliciosamente y sacó del bolsillo de la chaqueta tirada al suelo un sobrecito
transparente que contenía una sustancia blanca. Javier lo agitó un par de
veces, mirando a Raquel a los ojos. Ella permanecía impasible, esforzándose por
no escupirle en la cara.
−Vamos, prueba un poco
de esto. Te sentará bien…
Apenas se aproximó dos
pasos a Raquel, ella lo agarró fuertemente por el cuello y acercó su boca a su
oído.
−Escúchame bien, hijo
de puta. Hace media hora te he inyectado una dosis de PEN TOTAL 2000 suficiente
como para que te vayas al otro barrio dentro de unos quince minutos. Podría
haber utilizado un método mucho más rápido, pero no quería mancharme las manos
con un bastardo como tú. Además, quería tenerte frente a frente, decirte a la
cara todo lo que llevo nueve años callándome.
Javier tenía los ojos
completamente abiertos y las pupilas dilatadas. Su pulso comenzó a acelerarse
cada vez con más rapidez, y los sonidos que le llegaban del exterior eran cada
vez más difusos. Sin embargo, pudo escuchar las palabras de Raquel y alcanzó a
arremeter contra ella a la par que descendía lentamente hacia el suelo.
−¡¿Qué has hecho,
estúpida?! –sentenció mientras tosía con insistencia y respiraba cada vez más
aceleradamente.
−La noche del veinticinco
de mayo del dos mil cinco te cruzaste con una niña rubia, delgada, de
diecisiete años, que celebraba su fiesta de fin de curso con sus compañeros del
instituto. Estaban en un sitio tranquilo, para chicos de su edad, alejados de
la gentuza como tú que se dedica a destrozar vidas ajenas. Los padres de la
chica acababan de divorciarse, y ella había estado muy, pero que muy jodida
durante los últimos meses. Aquella noche salió a divertirse por primera vez en
meses, y todo iba bien hasta que tú, valiente cabrón, te acercaste a ella tratando
de seducirla, con esa media sonrisa de chulo que tienes. –Raquel le escupió con
desprecio y le propinó una patada en el estómago.
Javier se retorcía en
el suelo. Casi había perdido la consciencia, pero el eco de la voz de Raquel,
aunque lejano, llegaba a sus oídos como el fluir de la conciencia antes de que
la muerte segara su vida.
−La llevaste a un lugar
apartado, trataste de ganarte su confianza y conseguiste venderle una bolsa con
diez gramos de cocaína. La probó, y por primera vez en mucho tiempo se
sintió feliz, liberada, como si fuera capaz de volar. –Raquel pronunció esta última palabra con sorna, acariciando
lentamente cada letra con la lengua. Tomó aire, y continuó con su discurso
acelerado- Durante los meses siguientes siguió consumiendo cada vez más, robándoles
dinero a sus padres con una facilidad
sorprendente. Esa chica feliz, despreocupada y noble que un día fue había
desaparecido, las drogas se la habían llevado con ella. Su familia descubrió lo
que sucedía y decidieron llevarla a un centro de rehabilitación. Sin embargo,
ya era demasiado tarde. La misma mañana de su traslado, cuando su madre entró
en su habitación para recogerla, no la encontró allí. Miró en todas
direcciones, pero su hija no se encontraba dentro. Había varias rayas blancas
sobre la mesa de escritorio, y una nota escrita con una maltrecha caligrafía
justo al lado. “Lo siento”, decía esa
nota. –Raquel sollozó y estrujó con fuerza las mejillas de Javier, obligando a
mirarla fijamente a los ojos- La madre, fuera de sí, volvió a mirar en todas
direcciones, buscando algún indicio que la llevara a su hija. Y entonces,
observó que la ventaba estaba abierta de par en par. Con el corazón en un puño,
se asomó lentamente, ¿y sabes qué vio?
Javier estaba en las
últimas. Apretaba con fuerza la muñeca de Raquel, mientras la miraba fijamente
a los ojos, unos ojos inmensos que expresaban rabia, dolor y desprecio.
−¿¡Sabes que vio,
maldito cabrón!? Vio el cuerpo de su hija en el jardín trasero, bañado en
sangre. La noche anterior se metió una dosis tan grande que quiso alejarse de
la realidad en la que había estado viviendo durante meses, de las peleas en
casa y las visitas a los juzgados. Quiso volar… y se tiró por la ventana una
noche de hoy hace justo nueve años. Quiso volar como un pájaro, sólo que ella
nunca fue libre. Encontraron a su madre sentada en el alféizar de la ventana,
con las manos cubriendo su rostro, llorando amargamente. “Mi hija ha muerto”,
alcanzó a decir entre sollozos. ¿Y sabes quién era su hija? ¿¡Lo sabes!?
−N…no…no lo sé-musitó
Javier con un hilo de voz.
−Su hija era Beatriz
Galeón García, una niña que nunca le había hecho daño a nadie, una alumna
excelente y una amiga cariñosa e incondicional… pero, por encima de todo,
Beatriz era mi hermana pequeña, y te juro por ella que te vas a pudrir en el
mismo infierno, y que te va a faltar eternidad para pagar por lo que has hecho.
Javier miró fijamente a
Raquel antes de exhalar su último suspiro. Raquel se levantó lentamente, sacó
una nota de suicidio del bolso y la dejó sobre la mesita de noche. Sin embargo,
sabía que aquella coartada nunca funcionaría, pues había demasiadas huellas
suyas en aquella habitación. Tal vez huiría del país y empezaría una nueva vida
en otro país, con otra identidad. Y así, podría vivir aquello que Beatriz nunca
pudo lograr, la vida que, como a tantas personas, le fue negada una noche en la
intimidad de su habitación, mientras se entregaba al cielo nocturno y volaba.
El relato buenísimo, tu narración, estupenda.
ResponderEliminarahora bien, doscientos gramos de heroína?? Tú sabes lo que es eso, chiquilla?? si te venden cinco gramos ya te vas al otro barrio de sobra. Y con la mitad, también.
Y la heroína se inyecta, o se fuma. No se pone en rayas, eso es la coca. Al igual que es la que es blanca. La heroína tiene un color parduzco, como medio gris, medio marrón, no es blanca impoluta como la coca.
En fin, datos técnicos de profe antidrogas.
Por lo demás, repito, el relato redondo, como todo lo que tú haces. :)
Un beso!!
Me ha gustado mucho y puedo entenderla, aunque lo cierto es que cada uno elige su camino. Biquiños!
ResponderEliminarPero que bien escribes hija mía! enganchaíca me has tenido hasta el final! Escribe un libro que yo te lo compro!!!!
ResponderEliminarQué bueno, oye! Me has tenido aquí un rato sin despegar la vista de la pantalla.
ResponderEliminarEscribes fenomenal, Mar, no dejes de hacerlo ;)
Un besín!
El tema de la narración es mortal. Y no entiendo como sabiendo los efectos tan terribles que trae la gente sigue drogándose.
ResponderEliminarBien contada la historia.
Bicos.
Gracias a todos por los comentarios, porque sois los que me ayudáis a mejorar con vuestras críticas :)
ResponderEliminarNaar, corregido queda. Mil gracias. Una, que no está muy puesta en estos temas.
Un beso enorme!!