“En la oscuridad puedo colgar en las paredes de mi mente lienzos de colores, en la soledad puedo ver quién soy bajo la piel"
Beatriz y los cuerpos celestes

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Sólo ella nos salvará




Querido y muy admirado Maestro:

He estado pensando mucho en lo que usted me contó la última vez que hablamos. Eso de inventar historias y plasmarlas sobre el papel a día de hoy se me antoja demasiado difícil. Sin embargo, cada vez que abro un libro siento una poderosa atracción que me encoge toda por dentro, y me entran unas ganas irrefrenables de agarrar la pluma y plasmarlo todo sobre el papel. ¿Sabe? Ya he escrito varios diarios. En ellos dejé constancia de mis idas y venidas de adolescente alocada y enamoradiza. Poco queda ya de esa jovencita insulsa e inexperta que soñaba con lugares desconocidos y reinventaba aquellas grandes historias de amor, pero la sensación que siento al escribir es exactamente la misma. Percibo la escritura como un ejercicio terapéutico, algo que me salva de la realidad. ¿Le ha ocurrido esto alguna vez?

Discúlpe mi franqueza y mi actitud vehemente y desenfadada, pero ando bastante perturbada desde que terminé de leer el libro que me prestó la última vez que nos vimos. 
Reciba un cordial saludo de su  humilde y leal alumna.

                                                                                               Anna. 

 Mi muy apreciada Anna,
Lamento tener que comunicarle que ha sido usted secuestrada por la magia inexplicable y fulgurante de la lectura. Le ha sido inyectado el veneno de la escritura, que todo lo puede, ¡y todo lo cura! Si quiere un consejo, nunca deje de escribir. No importa qué difíciles estén las cosas en su vida, quién la traicionó o cuantas experiencias desagradables la estén atenazando. Simplemente, siéntese, respire hondo y déjese llevar. Es curioso que perciba la escritura como un ejercicio terapéutico desde tan temprana edad, pero no puedo por menos que darle la razón. No podría ser de otra manera en mis circunstancias.
Amiga mía, no pierda esa mezcla de coraje, ilusión y excitación que la llevó a devorar las páginas de un libro por primera vez. Y hablando de libros, no se apure por devolverme mi último ejemplar. Puede venir a visitarme al hospital siempre que lo desee.

Tengo que dejarla; creo que la enfermera no tardará en llegar con mis medicinas.
Adelante, compañera.
                                                                                                          P. F. Brooks